ESPN: Jim Joyce y la decision que le cambió la vida

ESPN: Jim Joyce y la decision que le cambió la vida

Enero 9, 2011.- El garaje de Jim Joyce huele a cigarrillos viejos y aceite de motor. Estamos a inicios del mes de diciembre, y él está en su casa jugando solitaria en su computadora portátil, que descansa sobre la mesa que también sirve como escritorio. El mal olor choca con la familiaridad que proveen dos refrigeradores, la pantalla de televisor, la Harley, el conejito y las incontables colillas de Winston Light.

Este espacio se ha convertido en un refugio obligado para el hombre cuya acción en la noche del 2 de junio, y la reacción, le trajo fama instantáneamente.

«Lo que antes era normal», dice Joyce, «no es normal ahora».

Hace siete meses y a unas 2.400 millas de distancia, el veterano árbitro de Grandes Ligas le costó al lanzador venezolano Armando Galarraga un juego perfecto en Detroit. Y cada día, algo le recuerda a Joyce su error devastador y las consecuencias posteriores: desde las amenazas de muerte recibidas por él y su familia y el equipo de seguridad privada que lo acompañó a todas sus giras de temporada hasta los cálidos mensajes electrónicos y las cartas guardadas por su esposa de 28 años de matrimonio, Kay.

«Yo quiero que nos acordemos», dijo Kay, mientras sus manos acarician las cubiertas plásticas de los cuadernos que guardan la correspondencia.

¿Pero qué pasa si las memorias sólo sirven para darle hincapié a lo que Joyce llama el error más grande en la historia del arbitraje? ¿Qué pasa cuando una acción no sólo nulifica los esfuerzos concentrados de toda una carrera para hacerse invisible y hacer un buen trabajo, sino que también los contradice absolutamente? ¿Qué pasa cuando tú eres Jim Joyce y tú tratas de regresar a una vida normal?

«Yo todavía pienso en eso, casi todos los días», dice Joyce. «Yo no quiero ser reconocido como Jim Joyce, el tipo que dañó el juego perfecto. Pero yo creo que es inevitable».

¿Por qué?

«Porque yo soy Jim Joyce», dice, «el árbitro que dañó el juego perfecto».

Él está seguro que tiene la razón. Sin duda.

La serie de tres partidos no levanta mucho interés: comienza un martes, durante la primera semana del mes, y presenta a los Indios de Cleveland y los Tigres de Detroit, dos equipos que en combinación perderían 174 veces al finalizar la temporada. Como suele ser el caso cuando Joyce trabaja en Detroit, pasa la noche en el hogar donde creció de niño, como a una hora de distancia en Toledo, Ohio, junto a su madre de 86 años de edad, Ellouise.

Esta gira es la primera asignación de Joyce en Detroit desde que su padre murió hacía un año. Antes del inicio de la serie, él y Ellouise visitan la tumba de su padre. Un fanático ávido, Jim Joyce Sr. adoraba a Ted Williams y fue árbitro del béisbol amateur. Trabajó en la gerencia de una fábrica local marca Jeep durante toda su vida; Jim Jr. también trabajó allí durante algún tiempo luego de graduarse de la universidad de Bowling Green, donde fue lanzador durante cuatro años.

El martes, Joyce trabajó en la segunda base. Esta noche, está en primera base. El juego pasa rápidamente, es la octava entrada y no van ni dos horas.

Los 17.000 fanáticos que visitan el estadio saben que Galarraga lleva un juego perfecto. En la novena entrada, se ponen todos de pie, listos para celebrar el 21° juego perfecto en la historia de las mayores. Joyce había sido testigo de una historia similar hacía unas semanas, cuando trabajó en segunda base durante el juego perfecto del lanzador de Oakland Dallas Braden. Él sabía que Branden tenía un juego perfecto mientras éste lo lanzaba, así como supo, en algún momento de la séptima entrada, que Galarraga también tenía uno entre sus manos.

La novena entrada comienza inofensivamente con un elevado en el primer lanzamiento. Cuatro lanzamientos después, Joyce se encarga de la sentencia en primera base luego de un rodado débil al campocorto. Un out más para terminar. Joyce sabe que está listo. Con 23 años de experiencia, Joyce tiene la confianza de tomar cada lanzamiento como parte de la rutina, pero el cliché, «no vayas a ser tú el que cometa un error», le pasa por la mente, también.

Y justo en ese momento, el campocorto de los Indios Jason Donald, el último out, corre por la línea de primera base como un venado a la huída. Joyce se confunde por lo rápido que viene el corredor, en la mente de Joyce, los jugadores no corren muy rápido en un rodado para acabar el partido. Aún así, si es una jugada cerrada, piensa Joyce, el corredor probablemente será out.

Joyce se mueve levemente hacia su derecha y se concentra en la almohadilla. Marvin Hudson, el árbitro del plato, persigue a Donald por la línea de primera, pero su visión está obstruida; Joyce está en posición perfecta para cantar la sentencia. Mientras Donald llega a la almohadilla, Joyce abre sus brazos ampliamente.

«Algo instintivamente, el instinto, me dijo que llegó quieto», dijo Joyce.

Y él está seguro de que sentenció correctamente. Segurísimo.

Hudson también cree que Joyce sentenció correctamente, y simplemente se dice a sí mismo, «Bueno, ahí se fue el juego perfecto».

Pero cuando los jugadores de Detroit comienzan a gritar desde el dugout inmediatamente después, la experiencia le dice a Joyce que ellos vieron la repetición de la jugada y que probablemente tienen la razón. Sin embargo, la confianza de Joyce no se abate. Otro rodado de rutina, esta vez un corrido de rutina, y el juego termina. Mientras Joyce sale del terreno, el veterano manager de los Tigres, Jim Leyland, se le acerca a Joyce.

«¡Jimmy!», ladra Leyland. «¡Te equivocaste! ¡Te equivocaste, vete a ver el video!».

Los abucheos caen por cascadas desde las gradas, mientras Joyce regresa al camerino de los árbitros, y se dice a sí mismo una y otra vez que espera haber sentenciado la jugada correctamente. Le pide al asistente del camerino una repetición de la jugada. Cuando Joyce llega al área de cambiarse de ropa, ya grita «¡Espero haberla visto correctamente! ¡Espero haberla visto correctamente!». Sus colegas del equipo de árbitros, el jefe Derryl Cousins, Jim Wolf y Hudson, no dicen una palabra. Antes de ver la repetición, rodean a Joyce en el camerino. Joyce mira a Cousins y le pregunta si sentenció bien la jugada.

Cousins hace una pausa, y luego dice, «Yo creo que fue out, Jimmy».

Joyce tira su gorro, raja su camiseta y sus pantalones y camina por el camerino, gritando improperios. Luego él mismo ve la repetición, la única vez que la ha visto, y grita un poco más.

«Él explotó», dijo Hudson. «Me sentí muy mal por él».

Amenazas de muerte, lágrimas y decisiones para transformar un error

De vuelta en Oregon, Keri Joyce, la hija de Joyce de 21 años de edad, regresa a casa de un restaurante y encuentra lleno su buzón de mensajes de Facebook. Muchos ofrecen su respaldo, pero al menos dos docenas son desagradables. Algunos son peores.

«Espero que tu padre se muera de tanto beber», decía uno.

Un mensaje amenazaba con quemar la casa de la familia; otro desea que ella se contagie con SIDA. El hijo de Jim, Jimmy, recibe amenazas de muerte también.

Keri está sorprendida, pero también enfadada. Más tarde, cambia el mensaje de su perfil en Facebook: Yo amo a mi padre. Los cabr—- que no se dan cuenta de que es un ser humano pueden irse a la mier–.

En Detroit, sin saber lo que les pasa a sus hijos, las acciones y palabras de Joyce comienzan a cambiar la forma en que se recordará su error.

Él decide otorgar un permiso raramente concedido a los medios para ver el camerino de los árbitros. Él asume la responsabilidad por haber tomado una mala decisión. Cuando los medios se van, Leyland entra para compartir una cerveza. Leyland le dice a Joyce que falló la sentencia y que tiene que seguir adelante. El gerente general de los Tigres, Dave Dombrowski, también llega de visita, preocupado por el bienestar de Joyce. Ambos han conocido a Joyce durante décadas y, al igual que los jugadores de la liga que lo eligieron como el mejor árbitro en una encuesta previa de ESPN The Magazine, le guardan un gran respeto.

Joyce agradece los gestos, pero su mente está concentrada en una sola persona. Joyce le pregunta a Dombrowski si puede hablar con Galarraga.

Dombrowski se marcha, y un par de minutos después regresa al camerino de los árbitros con el derecho de 28 años de Venezuela. Galarraga camina hacia Joyce y mientras lo abraza le dice, «Todos somos humanos». Joyce, llorando, le pide disculpas en inglés y en español y se marcha del camerino, sin poder hablar.

«Yo no puedo ni explicar el sentimiento, porque no hay palabras», dice Joyce. «Fue casi peor que la muerte de mi padre. Así de mal me sentí».

Kay, en su hogar en Oregón con sus tres perros, todavía no ha hablado con Joyce pero también está llorando. Ella sabe cuán duro puede ser su esposo consigo mismo. Ella vio el partido por televisión, y exclamaba, «¡No, Jimmer, no!», cuando lo vio cantar quieto al corredor.

El teléfono suena. Los encargados de la seguridad en MLB prometen colocar una patrulla de la policía local frente a la casa. Kay dice que ella está bien; ella se preocupa por sus hijos, se preocupa por Jim.

Cuando Jim se va del estadio y maneja hasta la casa de su madre en Toledo, primero llama por teléfono a Kay. Ella le dice, no importa lo que hagas, tan pronto llegues a casa de tu madre borra tu cuenta de Facebook. Ella le dice que sus hijos mayores han recibido amenazas de muerte.

El teléfono de Joyce está repleto de mensajes grabados y mensajes de texto. Su madre, sin embargo, no está al tanto de lo sucedido. Ambos se sientan en la sala, y Jim le dice a su madre que acaba de cometer el peor error de su vida.

Las noticias locales presentan la repetición, y mientras su madre observa la jugada por primera vez, él le da la espalda al televisor y escucha, pero no ve, su error.

«¿Ese fuiste tú?», ella le pregunta. «¿Por qué están tan enfadados contigo?».

Ellouise eventualmente se va a dormir. Joyce borra su cuenta de Facebook sin mirarla. Intenta acostarse a dormir a las 5:00 de la mañana, y cierra sus ojos por unos 30 minutos. Luego se va al Comerica Park. Es el último juego de la serie, un juego diurno, y Joyce estará detrás del plato.

La rutina de Joyce el día del partido es ser el último árbitro en salir al terreno. Pero hoy, él no quiere ser el centro de atención al ser el último en salir. «Yo no quería que pareciera que estaba haciendo una gran entrada», dijo. «Yo tenía la esperanza de entrar junto a todo el mundo».

A su salida, los pasos de Joyce son un poco más lentos; él está pendiente a la reacción de los fanáticos. Él escucha abucheos; y escucha aplausos. La lágrimas se le acumulan en los ojos. (A Joyce le gusta recordarle a la gente que es irlandés; es un hombre emotivo y no puede aguantarse.)

Joyce llega al plato para intercambiar las tarjetas de la alineación, y es ahí cuando Galarraga sale del dugout. Los fanáticos se ponen de pie y aplauden, y cuando Galarraga le entrega a Joyce la tarjeta de alineación, Joyce no puede ni leerla, los nombres se disuelven entre sus lágrimas. Las imágenes de ese momento, capturadas en vivo y emitidas por todo el país, cambiarán la manera en que Joyce y Galarraga serán recordados.

‘Nadie se siente peor que nosotros’

Un viernes en la mañana, cuando se marcha a Detroit para su próxima asignación en Filadelfia, Joyce es acompañado por una escolta policiaca por todo el aeropuerto. Camina frente a un restaurante y ve «SportsCenter» en la televisión mostrando su rostro. El policía que lo acompaña le dice, «Más vale que te acostumbres».

Cuando llega a Filadelfia, recoge su equipaje y descubre que han escrito algo en las etiquetas de identificación: «Todos somos humanos — Buena Suerte» y «Tú diste lo mejor de ti Dios te Bendiga». Y están firmadas: «Encargados de Equipaje de DTW». Joyce retira las etiquetas cuidadosamente de su equipaje y las coloca dentro de su maletín. Las cargará encima durante el resto de la temporada, con el cuidado de no ponerlas en el equipaje de entrega por si se le extravía.

Recibe cientos de escritos similares, mensajes electrónicos, postales y cartas. Cada uno de los niños de una escuela del norte del estado de Nueva York escribe una notita diciéndole a Joyce que lo admiran por su habilidad para «ser hombre» y tomar responsabilidad por su error. Líderes religiosos, jueces, un agente del Servicio Secreto y desconocidos alrededor del mundo le escriben. Una persona crea su propio «Certificado de Apreciación», lo imprime y se lo envía. Dos lanzadores de Grandes Ligas le escriben para expresarle sus respetos. Un ex compañero escolar y de equipo y amigos olvidados le dicen que ellos siempre supieron que Joyce es una persona de integridad.

Un capellán del béisbol le envió a Joyce su propia Biblia inscrita; un niño con parálisis cerebral le escribe en la noche del juego, instando a Joyce a no pensar más en su error. El niño y Joyce se encontrarían en persona en el verano antes de un partido de los Rays en Tampa Bay y todavía se comunican por mensajes electrónicos. Los ejecutivos de los clubes de Grandes Ligas, activos y retirados, le escriben a Joyce para apoyarlo, así como los ejecutivos de MLB.

Bob Delaney y Steve Javie, árbitros veteranos de la NBA, envían sus mensajes, así como el árbitro de la NHL Tim Peel y el oficial de NFL Carl Cheffers. Peel, un veterano de 13 años, dice que no conoce a Joyce personalmente pero se sintió obligado a comunicarse con él.

«Simpatizo mucho con él», dijo Peel. «Cuando fallamos una sentencia en un partido, nadie se siente peor que nosotros».

Pero un mensaje de Mark Wunderlich, otro árbitro de NBA, es uno de los más llamativos:

Yo he admirado tu trabajo durante años y yo he estado pensando en ti durante los últimos días. La pasada temporada durante los Play-Offs yo fallé al no cantar una falta en Dallas en las Finales de Conferencia que le costaron al equipo una victoria y tuve un par de noches sin dormir de las que estoy seguro conoces muy bien. Estos son momentos difíciles que solamente los árbitros entienden. Esto pasará y lo único que la gente recordará es la clase que demuestres durante este tiempo. De un profesional a otro, estoy orgulloso de ti amigo.

No todos los mensajes fueron positivos, sin embargo. Una carta con dirección de procedencia fue entregada a Joyce por MLB en agosto, cuando Joyce estaba en Houston. Luego de llegar a su hotel, Joyce abrió la carta, que decía, en parte, que la próxima vez que Joyce estuviera en Texas, «te van a disparar». La gente de MLB pensó, con cierta lógica, que una carta con una amenaza de muerte no tendría una dirección de procedencia, así que la enviaron con el resto de la correspondencia. Joyce dice que fue informado de que el FBI visitó al autor.

Kay guardó la amenaza de muerte, en un plástico sellado. Está en el cuaderno de recuerdos, como el resto de los mensajes, como las etiquetas del equipaje.

Todavía busca el significado

Cuando el clima es bueno y no está lloviendo, Joyce saca la Harley de su garaje. Pasea en motora cuando puede, pasea porque es divertido, porque se libera, y es un buen pasatiempo. Joyce, que tiene 55 años de edad, piensa sobre su error cada día. No se trata sólo de las etiquetas del equipaje y las notas y los mensajes que sirven como recordatorio. También sucede cuando está en público. Unas semanas antes de la Navidad, él y Kay compraban juguetes en una tienda cuando Joyce notó que un hombre lo perseguía por las estanterías.

Finalmente, el hombre se le acercó humildemente y le preguntó si él era el árbitro. Él quería darle la mano a Joyce, darle las gracias por su integridad.

Los clichés sobre el espíritu deportivo, la honestidad, el carácter, la integridad, la perfección e imperfección perseguirán a Joyce y a Galarraga hasta sus epitafios. La reacción instantánea de Galarraga, esa inolvidable sonrisa de dolor después de la sentencia, y el reconocimiento posterior de que el fallo errado y sus consecuencias lo harían más famoso y generaría más cosas positivas que lo que pudo haber hecho un juego perfecto, cambió a ambos hombres.

«Han sucedido muchas cosas positivas por esto», dice Joyce. «Y yo no puedo agradecer lo suficiente el cómo Armando ha enfrentado esto. Lo positivo ha ayudado a amortiguar lo negativo de haber cometido el error. Desafortunadamente, una cosa va acompañada de la otra».

Los oficiales de MLB le sugirieron a Joyce que podía beneficiarse de asistir a terapias sicológicas. Pero Joyce dice que su terapia es dialogar con su esposa. También se apoya en su sentido del humor. Todavía se ríe del fanático de Detroit, el día después del juego, que tenía un letrero detrás del plato con una fotografía del músico ciego Stevie Wonder que decía «El árbitro de hoy es …».

Aún así, Joyce no se acostumbra a su nueva identidad.

«Yo preferiría ser invisible como antes, de verdad que sí. Yo preferiría ser el viejo Jim Joyce, que esto no hubiese sucedido … y que todo fuera normal, y yo sé que eso no va a pasar».

Kay ha visto su pesar. Cuando Joyce regresó a casa por primera vez esta temporada, pasaba mucho más tiempo solo en el garaje. Normalmente extrovertido y activo, se retiró a su guarida. Cuando salían en público y veían a sus amigos, fue agonizante, porque él sabía que sus amigos estaban actuando de manera diferente; él sabía que ellos no sabían qué decir.

«¿Qué le dices?», dice Katy Robinson, una amiga cercana de la familia. «¿Qué le dices a alguien que ha pasado por algo así?».

No fue hasta el final de la Serie Mundial que Kay se dio cuenta que él comenzó a cambiar. Joyce pasaba menos tiempo solo en el garaje, su refugio.

«Él salió de su infierno», dijo Kay. «Yo creo que él pensó, ‘OK, yo puede salir ya, se acabó el béisbol'».

En sólo un par de semanas, regresará. Joyce regresará como árbitro durante los entrenamientos de primavera. Él dice que estará un poco nervioso, y que no sabe qué es lo que le espera.

Todavía trata de comprender el sentido de lo que pasó. Él dice que tiene que haber un significado mayor para que todo esto ocurriera, pero todavía no está seguro de qué se trata.

Lo que Joyce sí sabe es que para él, la palabra «perfecto» significa algo completamente diferente ahora.

«Eso quiere que un tipo lo fue, y el otro no lo fue. Yo fui el tipo que no lo fue. … ¿Pero qué quiere decir la palabra ‘perfecto’? Algunas veces la palabra ‘perfecto’ quiere decir ser capaz de aceptar la imperfección».

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Fuente: ESPN.com
Autor: Amy K. Nelson
Amy K. Nelson es periodista de ESPN.com

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Cronista
Editor en BeisBlog.net

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